Centro Habana, la cuna del Jai-Alai en América Latina.

 Centro Habana, la cuna del Jai-Alai en América Latina.

Marcos Antonio Tamames Henderson  

Entre el 18 de abril, Día Internacional de los Monumentos y Sitios, y el 18 de Mayo, Día Internacional de los Museos, los profesionales vinculados al Patrimonio Cultural de la Nación están de fiesta. Y es que, en la praxis, desde la primera mitad del siglo XX, es tarea de museólogos uno y otro campo. A pesar de que contemos con muy pocos exponentes en la tipología de bienes muebles que gocen de la condición de Monumento Nacional, lo cierto es que muchas de las piezas que se conservan en nuestros museos, por sus valores históricos, artísticos, científicos o culturales, bien pudieran aspirar a ello. 


Desde dicha perspectiva he querido hoy unir en una única causa la combinación de dos de esos bienes en un pasaje cultural que testimonia el lugar de Centro Habana en la construcción de una capital cosmopolita: el inmueble conocido por su función como el Frontón Jai-Alai y uno de los ejemplares de la revista Bohemia que atesora la Biblioteca Nacional José Martí en el que se hace notable su representación. Ambos concurren en su condición de documentos de la memoria. 

¿El motivo? Un día como hoy, según el registro de efemérides de EcuRed, el 7 de mayo de 1901: en la esquina de Concordia y Lucena, en la ciudad de La Habana, se inaugura el frontón Jai Alai –conocido como el Palacio de los Gritos– y califica el local de ser “la primera instalación de pelota vasca en América”.   Informaciones localizadas en diferentes formatos difieren de esta fecha. Recientemente, por ejemplo, el “Muro de Ilusión” señala como inicio de sus actividades el 3 de marzo de 1901, mientras fotografía archivada en el Museo Histórico Municipal de Centro Habana revela el año 1902. Desde el patrimonio cultural lo más importante es que el Jai-Alai deviene, desde principios del siglo pasado, un referente al que hacen alusión los amantes de este deporte, los estudiosos de la arquitectura en la tipología de construcciones civiles y quienes logran encontrar en su devenir una importante contribución de Centro Habana a la mixtura cultural inherente a La Habana desde sus inicios. El texto La pelota vasca en Cuba, de Antonio Méndez Muñiz, publicado por la Editorial Científico-Técnica en 1990, constituye un aval en el proceso de su patrimonialización.  


El inmueble de Concordia no. 556 e/ Lucena y Marques González aparece inscrito en el Inventario de Monumentos y Sitios del Municipio de Centro Habana a partir del 25 de abril de 1983, cuando los especialistas Lina E. Grissanti y L. José R. Valdés, caracterizan la edificación y reconocen en él valores históricos y arquitectónicos. En la planilla de inventario se registra con el nombre de Vicente Ponce Carrasco (Jagüey Grande, 2 de marzo de 1933 – Santiago de Cuba, 1ro de agosto de 1958), en honor al combatiente revolucionario del movimiento 26 de julio; por su particular diseño, en función de juegos profesionales de la pelota vasca en La Habana, se considera un exponente de Grado de Protección 2, al tiempo que, en el plano cultural, su construcción está asociada al fomento de establecimientos comerciales que desarrollan inmigrantes españoles en Cuba, factor de suma significación para la consolidación de las zonas de servicios en Centro Habana. 


Una imagen de la connotación que alcanza este deporte en Cuba aparece publicada en el no. 15 de la revista Bohemia, correspondiente al 9 de abril de 1961. Tras el sugerente título ¿Ha muerto el Jai-Alai?, comenta el cronista: 

Hace probablemente más de dos mil años, algún vasco primitivo aprendió de los romanos a jugar con una pelota. Vaya usted a saber porque misteriosa condición los vascos, en su región diminuta, inventaron más formas de jugar a la pelota que todos los demás países del mundo juntos. 

El Jai-Alai, la más apasionante y viajera de las formas de la pelota vasca, llegó a Cuba a principios de siglo. Desde entonces, los mejores pelotaris del mundo jugaron y se hicieron famosos y ricos en Cuba. Y muchos de ellos también dejaron de jugar y volvieron a hacerse pobres en Cuba. 


Los yanquis tienen la excepcional condición de corromper todo lo que tocan. Aunque los viejos hablaban de pasados inigualables, hasta 1950 el Jai-Alai mantuvo una calidad aurea. Pistón, Ituarte y Guillermo, cerraron esa edad maravillosa. El hombre que aparece en la foto, en una de  sus jugadas características, es Guillermo Amuchastegui, el Monarca. Después no ha habido otro, ni remotamente cerca de su categoría.




Cuba produjo pelotaris extraordinarios: Gutiérrez, Eguiluz, Quintana, que en determinados momentos llegaron a ser el mejor o uno de los mejores del mundo. ¿Quién tiene la culpa de esta decadencia? Los frontones de quinielas. Cuando un judío-yanqui, Berenson, vislumbró el enorme negocio que había en el Jai-Alai, lo transformó en una variedad para gringos. Entonces se rompió el encanto. 

Hoy quedan un par de pelotaris de primera: Orbea y Larrañaga. Y andan también por Miami, Chicago o San Petersburgo, donde de puro aburrimiento pierden a veces, con las mediocridades que los rodean. Ahora va a construirse un frontón en New York; otro en California.   

En el tradicional barrio de Cayo Hueso, en Concordia no. 556 e/ Lucena y Marques González, tiene Centro Habana un exponente de la arquitectura de inicio del siglo XX, pero tiene mucho más, tiene una excepcional huella de la asimilación en Cuba de los horizontes culturales de la región norte de España, el testimonio en Cuba y América Latina de una expresión cultural que hizo de sus protagonistas, amén a su lugar de origen y procedencia, auténticos cubanos. Tiene incluso, tal vez, un eslabón más para entender el lugar alcanzado por la Isla en el deporte internacional. Devolverle su esplendor, salvarlo del ruinoso estado al que parece estar condenado, no es solo un reto para estos tiempos, sino también un deber para con la memoria histórica de los cubanos.   



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