OBRA CONMEMORATIVA AL DR. ALBARRÁN EN CENTRO HABANA.

OBRA CONMEMORATIVA AL DR. ALBARRÁN EN CENTRO HABANA.

Marcos Antonio Tamames Henderson




Si los azares de la vida me han hecho adoptar por patria a la gran nación francesa, nunca olvido que soy cubano y siempre tenderán mis esfuerzos a hacerme digno de la tierra en que nací. 

Dr. Joaquín Albarrán, 

El Fígaro, La Habana, 1890.


En memoria del doctor Joaquín Albarrán erigió el Municipio de La Habana un busto en la Avenida Carlos III entre las calles Hospital y Espada, en el separador del antiguo Paseo y la senda que delimita la manzana ocupada por el Hospital Municipal General Freyre de Andrade, conocido como Emergencia. Por los festejos que demanda una jornada que inició el 18 de abril, Día Internacional de los Monumentos y Sitios, y cerrará el 18 de mayo, Día Internacional de los Museos, aproximémonos a esta construcción conmemorativa desde dos perspectivas: sus valores históricos y artísticos. Ambas invitan a reflexionar acerca de los retos demandados por la museología contemporánea no solo a los museólogos, sino también a todos los que de forma directa e indirecta se vinculan a la conservación del patrimonio cultural cubano. 

¿Por qué el busto de Albarrán en eta jornada? Primero, porque moral y éticamente estamos convocados los cubanos todos a recordar el 161 aniversario del natalicio de Joaquín Albarrán Domínguez (Sagua la Grande, 9 de mayo de 1860 – París, 17 de enero de 1912), el prestigioso médico que, como Carlos J. Finlay, colocó la medicina cubana en los más avanzados espacios de su tiempo; segundo, porque se trata de una figura histórica a la que acompaña, desde temprano, un proceso de patrimonialización tanto en la Isla como en el extranjero; y, tercero, porque siendo este aniversario motivo de investigación acerca de uno de los exponentes de las construcciones conmemorativas inscrita en el Inventario de la Oficina de Monumentos y Sitios del Municipio Centro Habana, sirve la ocasión para divulgar sus resultados. Agradezcamos a los aniversarios, cerrados o no, la inspiración para centrar la atención sobre sucesos que, por cotidianeidad, resultan pocos abordados y, en consecuencia, insuficientemente  comprendidos en su connotación cultural.    

Las acciones en homenaje al Dr. Albarrán en La Habana, específicamente en el territorio que ocupa hoy el Municipio Centro Habana, aparecen con la rescritura toponímica que invadió a la Isla tras el cese del dominio colonial español. En el texto “Las calles de La Habana. Base para su denominación. Restitución de nombres antiguos, tradicionales y populares”, que publica Emilio Roig de Leuchsenring en el Cuaderno de Historias Habaneras no. 5, apunta en relación con la calle Perseverancia: “Por acuerdo 242, de 5 de diciembre de 1927, el Ayuntamiento le dio el nombre de Joaquín Albarrán, en honor del ilustre médico cubano que ejerció sobresalientemente su carrera en Francia, donde murió el 17 de enero de 1912” [1], al tiempo que, como aplicación de las normas tomadas para regular el nombre de las calles en la ciudad, se deroga tal acuerdo en el segundo lustro de la década del 30, para restituir en su lugar el popular nombre de Perseverancia. De modo que, entre 1927 y 1936, al menos en documentos del Ayuntamiento, las 6 cuadras del eje con origen en Malecón y cierre en Neptuno, del actual Consejo Popular de Dragones,  pasaron a tener como referencia al médico cubano.  

La segunda tuvo lugar en el extremo sur del actual Consejo Popular Los Sitios, en Campanario no. 1065 e/ Carmen y Rastro, “edificio ecléctico, construido en 1929 como Dispensario Municipal”, actual Clínica del Dolor Joaquín Albarrán” [2]. ¿A qué período corresponde el nombre de la institución? En correspondencia al reconocimiento en la toponimia urbana, de 1927, resulta probable que así se nombrara el Dispensario Municipal de 1929. El Directorio de Cuba, 1927, reporta en esta cuadra dos inmuebles en función sanitaria, en el lateral de los impares, el no. 227, declarado como Depósito de los Fosos Municipales; en la de los pares, con el no. 228, los Fosos Municipales [3]. Puede atribuirse a la construcción de 1929 el nombre del insigne médico. 



¿Cuándo fue erigido el busto que nos ocupa? ¿Quién fue su artífice? Responder preguntas tan aparentemente sencillas, requiere de una sistemática consulta bibliográfica y de fuentes documentales, en este caso las actas capitulares del Ayuntamiento habanero y las publicaciones seriadas de la época, tarea a la que se dedican los museólogos que tienen a su cargo la investigación de los exponentes del patrimonio cultural atendidos por la institución en la que laboran, quehacer que no ha sido posible desarrollar para este 161 aniversario del natalicio de Joaquín Albarrán. En su lugar, se exponen aquí en honor a la jornada en que nos encontramos, las hipótesis que pueden establecerse sobre ello y los cimientos que les sirven de base. 



El punto de partida lo constituye la obra misma. El busto, realizado en bronce, sigue las líneas del academicismo, donde la calidad estética será evaluada en función del tratamiento natural y psicológico del personaje representado. La primacía de la función didáctica para la que ha sido concebida la obra, no deja espacio para posturas modernas que tendrán lugar a partir de los años 30 y 40 del siglo XX. El  pedestal, revestido en mármol negro, sigue estilísticamente las rectas líneas del Art Decó puesto de moda a partir de la Exposición de Artes Decorativas e Industriales Modernas de París de 1925. Para sorpresa del investigador, un elemento de suma importancia para autentificar la obra de arte ha dejado el artista en el bronce: su firma: “E. Betancourt”.  ¿De quién se trata? ¿Qué lugar ocupa en la historia del arte y en particular en el arte conmemorativo en Cuba?

La respuesta puede estar en el Diccionario biográfico de las artes plásticas, acuciosa investigación de Ursulina Cruz Díaz [4]. En el tomo II, entre las páginas 49 y 50 se registra el único creador masculino de apellido Betancourt: Esteban Betancourt y Díaz de Rada (Camagüey 3 de agosto de 1893-La Habana, 21 de julio de 1942). Tanto sus datos biográficos como la firma hacen pensar que sea este el autor del busto a Joaquín Albarrán que nos ocupa. 

Avalan su academicismo el ser graduado de la Academia de Bellas Artes de San Alejandro y haber perfeccionado su formación entre 1913 y 1923 en la Academia de Bellas Artes de Barcelona, la Real Academia de la Medalla en Italia, la Academia Calarossi y en la Grande Chaumiere de París.  A su regreso a Cuba el Ayuntamiento de Camagüey le asigna la realización de la escultura a José Ramón Silva, en bronce y granito, emplazada en el Casino Campestre de esa ciudad y, a partir de 1929, tras haberse dedicado a la escultura decorativa durante cinco años en Nueva York, se desempeña como profesor de la Academia de Bellas Artes de San Alejandro en La Habana hasta su muerte, en 1942. Entre sus obras más significativas se encentran las esculturas a Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo; a José Martí, formato pequeño que atesora el Museo Nacional de Bellas Artes; los bustos a Romañach, Cristo Jesús, Abraham Lincoln y Domingo Ramos; y una de las metopas ubicadas en la fachada principal del Capitolio Nacional. 


En los datos biográficos de Esteban Betancourt no existe registro de la realización del busto a Albarrán y entre las firmas de la obra y la presentada en la publicación difiere el uso del nombre en la bibliografía, mientras en la obra solo se ha colocado la inicial; la caligrafía, sin embargo, muestra notable similitud. De corresponder a este autor, debió ser realizada en años inmediatos a 1929, temporalmente cercana a los ya citados homenajes al médico cubano en La Habana. 

Para comentar los aportes de Joaquín Albarrán a la medicina he tomado como referencia el artículo “Dos centenarios sagüeros. La Iglesia. Albarrán”, escrito por el también sagüero Jorge Mañach y publicado en el número 8 de la revista Bohemia en 1960, con cierre el 21 de febrero. Las relaciones afectivas de ambos compatriotas por su ciudad natal, otorga especial matiz a la recepción que de la obra de Albarrán hace Mañach. También responde la elección a las huellas que se ofrecen en el artículo del proceso de patrimonialización del legado de Albarrán tanto en Cuba como en el extranjero [5]. 


Como indica el nombre del artículo, Mañach se ha sumado desde La Habana a la celebración de dos centenarios en Sagua la Grande, la inauguración de la Iglesia Parroquial, el 19 de febrero, y el natalicio de Albarrán, el 9 de mayo. Destaca los estudios realizados en Barcelona y en Madrid, acotando su deseo de ejercer su carrera en Sagua tan pronto como obtuviera sus diplomas, aspiración que pospone por no contar aún con edad para ello al graduarse, “y ávido de mayor estudio se va a París, en 1878”. En 1892 es Profesor Agregado de la Facultad de París, recibe Premio del Instituto de la Academia de la Medicina, es Miembro de la Sociedad Anatómica de Francia y de la de Cirugía de París; Profesor Titular de la Escuela de Medicina en 1906 y Presidente del Primer Congreso Internacional de Urología en 1908. 

Con orgullo de paisano interroga Mañach: “¿Qué había hecho este extranjero, este joven procedente de una isla lejana de América, para merecer tales distinciones en la que entonces todavía era la capital de la cultura del mundo?”, al tiempo que como respuesta apunta: “Había escrito, sobre Urología y materias afines, seis obras que los especialistas todavía estiman fundamentales o, en todo caso históricas. Había inventado nuevas técnicas exploratorias y operatorias que redujeron enormemente el porcentaje de muertes por anuria. Señaladamente, había creado el instrumento que todavía se conoce con el nombre de Uña de Albarrán”.

¿Se ocuparon los franceses de crear un espacio patrimonial en homenaje a Albarrán? Cuenta Mañach que durante su visita a París, a fines de 1945, el profesor Chadessus, director de la catedra de Urología en la Facultad de Medicina, le llevó a ver la exposición permanente consagrada a Albarrán en el Palacio de los Grandes Descubrimientos. De su experiencia describe: 

Allí estaban, en una vitrina, fotografías suyas, cuartillas escritas de puño y letra, frascos misteriosos, los instrumentos que perfeccionó para sus delicadas tareas y, en particular el cistoscopio de la uñuela famosa, que había salvado vidas incontables. Se me permitió tomarlo en la mano, que me temblaba un poco de emoción.

Tal emoción conllevó a Jorge Mañach a narrar con detalles y encomiables frases lo sentido, un texto que transcribo por las reflexiones a las que invita en el campo de la museología contemporánea, en relación con el diálogo espectador-exponente. En el segundo lustro de los 40, escribe Mañach: 

Era una emoción, no ya de cubano, no ya de sagüero, sino sencillamente de pequeño salvaje civilizado que toca algo mágico. Me parecía que de aquellos ingeniosos pedazos de metal brillante se desprendía como un halo de austeridad y perennidad; que aquello era como la decantación mínima y preciosa de toda una vida de vigilias roídas por la tuberculosis, quemada por el ansia de gloria.  

Por último, subraya que durante esa breve vida gloriosa, murió próximo a cumplir los 52 años,  Albarrán no olvidó a Cuba ni a Sagua. Señalando como evidencias: su ayuda económica a la guerra de independencia, la permanente comunicación con sus amigos de la Isla; el envío de trabajos a los congresos científicos organizados; la defensa de la gloria de Finlay; la solicitud de árboles de Cuba para el invernadero que tenía en su casa del Bosque de Bolonia y la disposición de que su muceta y birrete de profesor de la Universidad de París y la Medalla de Oro del Internado de los Hospitales, fueran traídos a su pueblo natal, “que en efecto conserva  amorosamente esas reliquias”. 

Lejos de toda banalidad se encuentran las palabras que en su visita a La Habana, en 1890, confesara a El Fígaro. No en vano fueron colocadas en el pedestal del busto que desde la Ave. Carlos III, en las inmediaciones del Hospital Municipal Freyre de Andrade, se le honra en Centro Habana. Ante nosotros, un reto ante tanta eticidad. Ofrecer urgente mantenimiento a la obra a fin de evitar la pérdida de autenticidad que aún prima en ella. 





Referencias y notas 

1.- Emilio Roig de Leuchsenring: “Las calles de La Habana. Base para su denominación. Restitución de nombres antiguos, tradicionales y populares”,  en Cuadernos de Historias Habaneras, (5): [37], La Habana, 1936. El nombre de Perseverancia, según La Torre, se debe a la perseverancia de los ingenieros que trazaron la calle en 1818. El 20 de enero de 1925, por acuerdo del Ayuntamiento se le cambió por el de Embajador Torriente, “debido al éxito feliz que en aquella fecha logró el internacionalista y diplomático Dr. Cosme de la Torriente, con la aprobación por el Senado de los Estados Unidos, del Tratado que reconocía los plenos derechos de Cuba sobre la isla de Pinos”.

2.- Indira Brito Gómez y Jetter González Nieda: “Detección de valores en el Municipio Centro Habana: Consejos Populares Cayo Hueso, Dragones y Los Sitios”, Trabajo de Diploma, p. 93, Tutor: Dra. Ángela Rojas, Facultad de Arquitectura, Instituto Superior Politécnico José Antonio Echevarría, La Habana, 2005.

3.-  “Calles de la Ciudad de La Habana clasificadas por número de casas y por orden alfabético”, en Biblioteca Nacional José Martí, Directorio de Cuba, 1927, p. 444.

4.- Ursulina Cruz Díaz: Diccionario biográfico de las artes plásticas, t. 2,  pp. 49-50, Editorial Adagio, La Habana, 2007.

 5.- Jorge Mañach: “Dos centenarios sagüeros. La Iglesia. Albarrán”, Bohemia, 52(8), 21 de febrero de 1960: 46-47 y 98.


Imágenes:


1.- Busto al Dr. Joaquín Albarrán. Ave. Carlos III e/ Hospital y Espada.

2.- Emplazamiento del Busto a Albarrán.

3.- Plano de La Habana. Francisco Rojo García. 1951. Detalle.

4.- Campanario no. 1065 entre Rastro y Carmen. Clínica del Dolor.

5.- Pedestal y busto.

6.- Busto al Dr. Joaquín Albarrán. Ave. Carlos III entre Hospital y Espada.

7.- Firma de Esteban Betancourt. Diccionario....

8.- Firme dejada por el escultor en el busto.

9.- Artículo de Mañach. Fragmento. Bohemia, 52(8): 46, La Habana, 2 de febrero de 1960.

10.- Joaquín Albarrán. Fotografía. Bohemia, 52(8): 47, La Habana, 2 de febrero de 1960.

11.- Tarja en el pedestal.

12,13 y 14.- Estado de conservación.


Comentarios

Entradas populares de este blog

La Habana en el Barrio Chino (calles y callejones) Marcos Antonio Tamames Henderson

EL MURAL CERÁMICO DE VIRTUDES 509. ¿UN BIEN PATRIMONIAL? Marcos Antonio Tamames Henderson.

EL CONSERVATORIO MUNICIPAL DE MÚSICA EN SU DIMENSIÓN PATRIMONIAL. Marcos Antonio Tamames Henderson.